Una densa neblina cubre mis ojos…
Un manto gris envuelve mi corazón...
A lo lejos… ¡Una voz!,
me dice… Venid, venid, ¡acercaos!...
Tan tétricos lamentos en la desolada calle.
Y de pronto… Una jauría de lobos
rodean toda la ciudad…
Se amontonan en las calles de Paris…
La gente se oculta, se oculta…
El temor abraza sus mentes,
una suave voz me invita a salir
como presa de un profundo hechizo.
Voy a su encuentro, le miro a los ojos
y ella me dice: ¡Venid, venid!…
¿Cómo poder resistir a tan bella voz?
¿Cómo no ir a su encuentro?
Si tan solo despertara de éste largo sueño,
el cual se apodera de mí, lentamente…
Cada vez, las noches son más frías...
Cada vez la soledad agobia mi alma.
Tan solo la tenue luz de una triste vela
alumbra mis ojos moribundos…
¿Cuándo acabara éste tormento?...
¿Cuándo cesaran las voces en mi mente?
Si tan solo despertara y vivera nuevamente,
tal vez, tal vez, ¡Pero no!…
Es el castigo de mis afrentas…
El dulce letargo de mi triste soledad…
La suave llamara de mi corazón
se apaga, se apaga… Solo aquella voz
invade mi mente y se apodera de mi alma,
lentamente, tal vez… Para siempre…
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