El amor de la diosa (Una eterna oscuridad)

¡Oh!... Eterna oscuridad, diosa prodigiosa,

tú que guardas a tus hijos debajo de tus alas,

llevadme por siempre en vuestro seno...

No os olvidéis de tu siervo ni de su clamor,

pues las tinieblas pasan…

Delante de mis ojos, tan fríos, tan tristes…

En la tenue y espesa niebla,

establecí mi reino, sempiterno y perpetuo,

el cuál no ha de perecer,

ante los embates del cruento destino,

aquellas luces claras, quebrantan mi mente,

y me traen solamente agonías y dolor…

Más en ti… Oh mi eterna oscuridad,

encuentro la felicidad y mi completa salvación,

pues solo en tus delicadas y densas brumas,

encuentro la calma que apacigua mi existir,

en la opaca luz de la luna llena,

he hallado mi abrigo y mi veneración…

El fuerte oleaje del oscuro mar de la desilusión,

ha dejado varado, en las orillas de mis dominios,

Un extraño ser… Sus cabellos son dorados,

como hilos refinados, tan resplandecientes,

como el bronce en su fundición…

Mi admiración es tan grande, Tan grande…

Pues es una bella y hermosa mujer,

Su piel… Infinitamente tersa, como blanca nieve…

Sus ojos… Oscuros, como profundos abismos,

y sus manos, tan frías como gélidos témpanos,

¿Cómo habrá llegado a éste oscuro lugar?,

eso me pregunte… Hasta que de repente…

De pronto, ella despierta y se pone en pie,

viene hacia mí, como si nada le hubiera ocurrido,

toma mis manos y acerca su rostro junto al mío,

y me susurra al oído delicadamente...

Ella... Me proclama dulces palabras…

Palabras que encierran misterios y secretos.

En ellas me dice… He venido hoy, ante ti...

Para llevarte conmigo a mi lado, pues te he elegido,

como mi amante y el dueño de mi reino,

el cual está por encima de todo, ¡yo soy!...

Quien te habla, la oscuridad, es mi nombre…

De repente… Un extraño escalofrío,

recorrió todo mi ser, pues no podía creer,

quien estaba delante de mí… Era todo, en todos…

Su aspecto cambio y su rostro se torno

como envuelto en llamas de fuego

y su voz como estruendos de muchas aguas,

me proclamaba la verdad de su origen…

Quede enmudecido en aquél preciso instante,

no me atreví a proferir ninguna palabra…

Me encontraba solo y muy indefenso,

pues era la diosa de la suprema oscuridad,

quien me hablaba,

me tomo de las manos nuevamente, de una manera,

muy delicada, como nadie jamás lo hizo,

y en aquel momento, me arrebató junto con ella…

Éste, es un lugar sumamente diferente,

diferente a todo lo que he contemplado antes…

Aquí no se halla luz alguna,

solo densas tinieblas, cubren este lugar…

Es un lugar tan esplendoroso y tan irreal,

que no existen palabras para poder describirlo,

Solo sé… Que son cosas maravillosas,

más no conozco el nombre de ellas...

Bellas mujeres con aspecto angelical, le sirven a ella,

y no existe diferencia, si es de día o si es de noche…

Pues es un lugar, en otro espacio y en otro tiempo…

Y ahora me sirven a mí también,
¡danzan delante de mí!… Y aún no entiendo su idioma,

Pero sé bien, que son palabras dulces,

en cuanto a mi reina, nunca pude imaginar,

que tan hermoso ser pudiera existir,

pues en sus caricias he hallado la gracia infinita.

Autor del escrito:

Dante Moshue Díaz Linares (Conde Apocalíptico)

Derechos Reservados - 29/06/2011.

El amor de la diosa (Una eterna oscuridad)