Las campanas suenan a lo lejos,
mis sentidos se alejan de mí,
y se oye una voz en la lejanía
dice algo, mas no le entiendo,
se acerca muy lentamente.
Tomaré tu alma me dice ella,
con voz suave, me susurra...
Yo respondí: ¡Llevadla!...
Pues ya no me queda nada,
ya que estoy muerto en vida.
Muerto por el pecado de uno,
el pecado que nunca cometí,
y de pronto despiertas,
todo está oscuro y muy quieto,
como si nada hubiera ocurrido.
Pero el cruento dolor sigue allí,
y la sangre es tan espesa,
tan roja como el carmesí...
¡Su belleza es única!, sin igual...
Más nunca la he de volver a ver.
Las heridas cerrarán pronto,
nacerá el sol de justicia,
y alumbrará en la oscura noche,
todos le verán… ¡Le verán!...
Y sentirán un inmenso temor.
Pero ya nunca me dará su calor,
porque ya no estaré más,
pues el Abadón se llevo de mí,
el aliento de la vida,
nunca más le verán, nunca más.
Nunca jamás oirán su voz,
pues él, es un grano de arena,
en este desierto tan pequeño...
Como una estrella lejana,
que se aprecia en la oscuridad.
Autor del escrito:
Dante Moshue Díaz Linares (Conde Apocalíptico)
Derechos Reservados 2011
25/05/11.
Un rojo amanecer (Ver Imagen) |
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